La antigua ciudad de Petra se encuentra al sur de Jordania, a medio camino entre el mar muerto y el mar rojo. A 100km al norte del golfo de Aqaba y a 25 km al oeste de la frontera con Israel. 200km la separa de la capital del país, Ammán. La actual ciudad de El-Gi es el núcleo urbano mas cercano.
Petra es un enclave arqueológico de valor inestimable que se encuentra en Jordania. Se trata de la capital del antiguo pueblo ismaelita de los nabateos. Petra, cuyo nombre significa “piedra” fue fundada en los últimos años del siglo VIII a.C. y ha sido una ciudad próspera en la antigüedad, ya que ha sido fundamental para el comercio con la zona del Mediterráneo y con Egipto, Siria y Arabia.
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Una visita detallada a Petra puede requerir de mas de una jornada debido a la gran cantidad de tumbas excavadas en la roca. El hecho de que muchas de ellas estén por encima del nivel del suelo hacen inevitable el subir y bajar escaleras, de modo que el lugar no es apto para carros ni sillas de ruedas. La visita al Monasterio requiere de un especial esfuerzo ampliamente recompensado.
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El interior de las tumbas sorprende al estar totalmente vacías. No hay ningún tipo de desarrollo ni casi decoración. Son simples espacios, generalmente cuadriculados de una o varias estancias.
Un tesoro en el desierto
Muchos evocarán en su memoria, al oír hablar de Petra, las imágenes de Indiana Jones enfilando un estrecho cañón y encontrándose de pronto con la hermosa fachada de un templo en cuyo interior llevaba siglos escondido el Santo Grial. Un tesoro en el desierto. O más bien, El Tesoro, al Khazneh.
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Así se llama la famosa tumba nabatea, construida probablemente para el rey nabateo Aretas III, el ícono más representativo de la ciudad y la primera maravilla que se visita de la misma. Su nombre se deba a la creencia popular de que la urna que adorna el frontón superior de la fachada contenía un tesoro. Aún pueden verse en ella las marcas de las balas de los que intentaron llegar a poseer por la fuerza el legendario botín.
Pero no nos precipitemos. Para llegar a maravillarse con el Tesoro, aún debe recorrerse otro de los enclaves famosos de la ciudad, el Siq. Este estrecho cañón no podría ser mejor anfitrión de lo que nos aguarda en su interior. Recorrerlo durante el kilómetro y medio que separan el Tesoro y el Centro de Visitantes, bien a pie o en carro de caballos, es por si toda una experiencia que acrecienta tanto la expectación como el misterio de lo que espera en el otro extremo.
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El Siq es en realidad una grieta formada por la fractura de la montaña, cuyas elevadas paredes, ahora erosionadas en sicodélicas curvas de colores, han sido utilizadas por los nabateos primero y los romanos después, para señalar mediante nichos, estatuas y hornacinas el camino de acceso. Incluso en el suelo aún puede apreciarse parte de la antigua calzada romana.
Si las ansias de recorrer el Siq y maravillarse con el Tesoro se lo permiten, antes de acceder al cañón puede disfrutar de los dos preciosos monumentos que dan la bienvenida a la ciudad: la Tumba de los Obeliscos a la izquierda del camino y los misteriosos Bloques del Djinn a la derecha, unas estructuras cúbicas gigantes cuya función aún se desconoce hoy en día.
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Recorrer el desfiladero y encontrarse con el Tesoro, emulando al mismísimo Indiana Jones, es una experiencia maravillosa. Si tienes la posibilidad, haz la visita nocturna. Te encontraras con una grata sorpresa.
Petra es enorme. Todas las paredes están llenas de tumbas de diferentes tamaños. Visitar cada una de ellas requiere mucho tiempo, no siendo necesario ya que la practica totalidad de ellas son habitáculos vacíos.
No perderse el Monasterio. Pese al paseo de 45 minutos y todos los escalones que requiere, no dejes de subir. El tamaño es inmenso y te hará sentirte un enano. Existe la posibilidad de subir en burro, pero poca gente llega al final montado porque hay un barranco junto al camino y los burros, aunque no se caen, suelen tropezar, provocando en el improvisado jinete un buen susto.
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