En Michoacán se encuentra la iglesia de San Juan Parangaricutiro, la cual fue sepultada parcialmente por la erupción del volcán Paricutín; sin embargo, el pueblo no corrió con la misma suerte.
El nacimiento de este volcán trajo como consecuencia que dos pueblos de Michoacán quedaran borrados del mapa. Esta es la historia del Paricutín y la iglesia que sobrevivió a la erupción.
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Fue hace 78 años, cuando la erupción que marcó el nacimiento del volcán Paricutín, el 20 de febrero de 1943, se convirtió en un hecho de relevancia nacional e internacional por ser uno de los volcanes más jóvenes del mundo.
Cuentan que Dionisio Pulido habitante del poblado, se encontraba trabajando el campo cuando sintió cómo la tierra empezaba a temblar bajo sus pies y se comenzaba a abrir. De un agujero, que al principio no era tan profundo ni ancho, emanaban vapores y chispas.
Lo que estaba ocurriendo era el nacimiento de un volcán, ahora el más joven del mundo y considerado una de las 7 Maravillas naturales del mundo.
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Al día siguiente del suceso, de aquella apertura que Dionisio había visto, había emergido un gran cono de 10 metros de alto. Después de una semana ya medía 140 metros y luego de un año ya había alcanzado los 325 metros.
El volcán siguió en erupción por 9 años más, hasta 1952, alcanzando una altura de 410 metros; la lava se extendió por 11 kilómetros, dejando con el paso del tiempo enterrados y borrados completamente del mapa a los pueblos de Paricutín y la mayor parte de San Juan Parangaricutiro.
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A pesar de que el volcán Paricutín arrasó con los pueblitos de Michoacán a las orillas de su falda, una iglesia no cedió del todo: se trata de la construcción del siglo XVIII conocida como el templo del Señor de los Milagros.
Su torre izquierda, sus muros posteriores y el altar resistieron de forma estoica la furia del volcán Paricutín. De esta forma, México cuenta con su propia versión de Pompeya en el estado de Michoacán, donde parte de la estructura de esta iglesia marca el sitio donde se encontraba el pueblo de San Juan Parangaricutiro.
A excepción de los restos de esta iglesia, de la que sobrevive también el campanario, parte de la fachada y un nicho al que los fieles aún acuden a orar y colocar veladoras.
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